Cuando las sensaciones se cruzan y los deseos se hacen una fuente de recuerdos, es ahí cuando nuestros viajes pasan a ser más que una simple experiencia. Es ahí cuando se convierte en una historia propia de vida y empezamos a recolectar esos recuerdos de cada destino que conocimos y sumamos aquellos que quisiéramos conocer.
Un viaje implica mucho más que nuestro período de descanso o relax, implica cumplir nuestra necesidad constante de conocimiento y de ampliar nuestro horizonte cultural. Sea a 50 km o a miles de kilómetros, siempre tenemos ese afán de descubrir esas pequeñas cosas que nadie puede encontrar para ser los primeros en encontrarlo y luego recomendarlo. No hay, a ciencia cierta, cuál es la mejor forma de viajar, pero sí es sabido que un viaje se hace inigualable cuando nosotros ponemos lo mejor de uno, para disfrutar cada momento del mismo.
Tomarte tu tiempo de silencios, de rápidas escapadas o simplemente descansar a la vista de algo que nos encantó, y que nos hizo sentir que vale la pena detener el tiempo en ese objeto que nos llamó tanto la atención. Los viajes nos llevan siempre, a lo más profundo de nuestro ser, y en esa conexión que logramos con nuestra persona, nos damos cuenta muchísimas veces que fue lo que fuimos a buscar a tal o cual lado, para poder realizar de nuestro viaje algo único, irrepetible y que nos hace felices. Las ansias antes de realizarlo, la adrenalina al momento de hacerlo y la satisfacción de haberlo realizado, con esas ganas de repetirlo en algún otro momento de nuestra vida, para rememorar todo lo que nos hizo bien y además adicionarlo algún pendiente que nos quedó de antes.
Las sensaciones de un viaje, se hacen innumerables, podemos crear una larga lista con cosas buenas y no tan buenas que nos pueden llegar a suceder, pero hacen al viaje y esas cosas no tan buenas se convierten luego en una anécdota tan divertida que se transforma en buena. Y las buenas cosas, siempre se guardan y se las recuerda con la nostalgia de que vuelvan a suceder. Estas mismas sensaciones, las que nos despierta un viaje, son las que nos hacen luego volver a repetirlo, para encontrarnos con esa parte nuestra que ya sabemos dónde localizarla.
Siempre se dijo, y yo lo sostengo, que no hay mejor plata invertida que la que gastamos para hacer un viaje.