Nuestro coordinador Lisandro nos cuenta sobre su pasión por la ciudad Nº1 del turismo grupal para jóvenes, en los meses de calor.
En 2009 tuve mi viaje de Egresados a Bariloche, y en ese momento descubrí lo hermoso de viajar. Al año siguiente volví a ir, trabajando como coordinador de viajes de egresados y así por algunos años.
Me encantaba la ciudad, el aire que se respira, los paisajes, lagos, montañas, la nieve, las chocolaterías ¡Todo! Me sentía en una película.
En 2013, ya trabajando con Buenas Vibras me tocó volver a coordinar un grupo en esta ciudad mágica, pero esta vez en enero -¿verano?- me preguntaba yo…-¡si no hay nieve!– Pero me dijeron q era lindo (y era mi trabajo). Así que fuí.
Si antes me gustaba Bariloche, al conocerla en verano sentí que me enamoré. Fuera del invierno no hay nieve, no hay ski, snowboard ni culipatín, pero esas montañas que no están cubiertas de blanco se pueden caminar y quedan al descubierto paisajes y lugares para aprovechar al máximo haciendo senderismo, trekking, cabalgatas, barranquismo, escaladas y todo tipo de actividades al aire libre que terminan en lagos, cascadas, lagunas y arroyos donde el agua es pura, rica y fresca.
En verano los días son más largos. Desde antes de las 6 hs. y hasta pasadas las 21 hs. hay luz natural. Las actividades duran más, no hace frío y el día se aprovecha al 100% haciendo excursiones, paseando por el centro, visitando localidades vecinas como Lago Puelo, El Bolsón, San Martín de los Andes y más.
Podemos ir a la playa también. Aunque parezca raro y Bariloche sea conocida por la nieve y el frío, en verano sus temperaturas máximas rondan los 25ºC y es una locura perderse esas playas de agua dulce y rocas, donde el agua calma nos deja nadar y pasear en kayak.
Si bien algo característico de Bariloche en invierno es el chocolate caliente, en verano el calor invita a algo más fresco, y es así que caemos en las puertas de las cervecerías artesanales. Muchas fábricas famosas y no tanto abren sus puertas para degustar una gran y sabrosa variedad de cervezas con sabores que van desde lo convencional hasta mezclas extrañas con frutos rojos, chocolate, etc.
Esos son algunos de los tantos motivos que me hacen amar Bariló y sobre todo querer visitarla en verano. Esos paisajes descubiertos de nieve listos para explorar y los días largos y calurosos ideales para disfrutar de las playas y de las cervecitas mirando las puestas de sol, sumado a la experiencia de viajar en grupo a Bariloche hacen que sea simplemente perfecto.
Demás está decir que hay cosas que no cambian según la estación y son inherentes a la ciudad, como la gastronomía (cordero patagónico, ciervo, trucha y salmón ahumados, chocolates, dulces, alfajores, fondues de queso y de chocolate y muuuchas cosas más), el aire puro, la sensación de ser parte de la naturaleza y sus pobladores locales que sin importar el momento del año te reciben con una sonrisa y los brazos abiertos.
¡Que linda Bariloche! ¡Siempre dan ganas de volver!