“Nuestros hijos fueron enviados a una lucha que no eligieron, decidida por un gobierno que no eligieron, para la cual no estaban preparados. El conscripto es un ciudadano que interrumpe sus estudios, sus trabajos, para cumplir con su servicio militar obligatorio. Él no eligió la guerra” – Daniel Kon, Los chicos de la guerra.

Esta fecha marca en nuestra historia un hecho que pone en primer plano un conflicto cuyo recuerdo provoca dolor, dolor aún más cercano y conocido. Malvinas tiene una larguísima presencia en el imaginario argentino.

Hoy, la memoria sobre Malvinas se concentra en la experiencia de esa guerra de 1982, de aquellos que combatieron en el territorio y sus familias, en la experiencia como sociedad y como pueblo. Una memoria en conflicto: entre engaños y solidaridades, entre maltratos y valentías.
La Guerra de Malvinas tiene un pecado de origen desde el momento en que fue iniciativa inconsulta de la dictadura militar sólo ocupada en su propia permanencia en el poder. Estas circunstancias dieron lugar a través del tiempo a distintas estrategias de construcción de su memoria. Quizá hemos escuchado que hubo épocas de “malvinización” u otras de “desmalvinización”, quizá tenemos nuestros propios recuerdos de aquellos días, o puede pasar que no tengamos información ni la hayamos buscado.
MALVINAS II

La guerra desencadenó el movimiento social más masivo de la historia reciente. Se hacen  críticas a este movimiento, en base a la suposición falsa de que la guerra se produjo en un momento en que la sociedad argentina estaba moralmente armada, con sus redes vinculares lo suficientemente fuertes como para oponerse a una decisión dictatorial y negarse a enviar sus hijos a la guerra.

Hay distintas posturas que se desarrollan. Una de ellas es el rechazo a priori de la Guerra de Malvinas, sin un análisis profundo, tiene el efecto de evitar una reflexión necesaria sobre un hecho histórico que ha marcado la subjetividad individual y colectiva de quienes la vivieron y de las generaciones posteriores; mientras esa reflexión no se produzca la memoria del hecho sólo proyectará una sombra negativa sobre la identidad nacional.
En nuestros días la memoria de la guerra nos descubre otros hechos crueles y vergonzosos, la violación de los derechos humanos de los soldados por parte de sus superiores: torturas, estaqueamientos, privación de alimentos y abrigos, entre otras prácticas propias de la dictadura, que están siendo investigadas en una causa judicial y esperemos que no queden en la nada.
Ya no es solo a quién pertenecen las Islas Malvinas, hay algo mucho más profundo y de la sociedad depende que para las generaciones futuras la memoria Guerra de Malvinas no quede reducida a la fórmula  “Héroes que murieron por la Patria”, sino que, por el contrario, su conmemoración exprese la complejidad de este hecho y sirva para reflexionar sobre nuestra sociedad y nuestra historia.